Por: Alberto Jones Tamayo

Un pilar del crecimiento económico es la existencia de una infraestructura material para impulsar los procesos de logística industrial y comercial, facilitar la convivencia social y el turismo entre otros servicios. Por ejemplo, para países similares la inversión continua en infraestructura hará las diferencias entre una y otra economía en cuanto a la productividad y crecimiento potencial sostenible de largo plazo, mejores niveles de vida para su población y mayores rendimientos del capital lo que estimulará a su vez un proceso virtuoso de mayor inversión en ese país.

En ocasiones es útil recordar la historia para de mejor manera dimensionar la magnitud de nuestros problemas y retos. Para algunos parece que fue ayer cuando el país se colapsó a partir de los últimos días de 1994, sin embargo, de esto ya hace casi 27 años por lo que para la mayoría de los lectores la situación del país en 1995 será acaso apenas una noción, ni siquiera un recuerdo. Derivado de la crisis financiera, cambiaria y de deuda que se expresó entonces, la economía se colapsó hasta en un 9.1% anual para mediados de 1995 (respecto de junio de 1994). ¡No obstante lo profundo y amplio de la crisis económica de México en 1995, para finales de la primera mitad del año siguiente a la crisis, es decir 1996, la economía ya estaba creciendo a un ritmo en los últimos doce meses, de casi 8%! Trece años después sobrevino la gran crisis financiera mundial de la cual ningún país escapó. Así fue como al final del segundo trimestre de 2009 la economía se había contraído casi 9%. Nuevamente, a pesar de la brutal caída, tan solo un año después, México estaba creciendo al 7%. Son dos tremendas recuperaciones. Ello le valió a México ser considerado por inversionistas, analistas y calificadoras internacionales, como un ejemplo de resiliencia económica gracias a un marco de políticas fiscales y monetarias estables, predecibles y prudentes. Sin menoscabo al gran valor transformacional que tuvo la fundamental apertura de la economía mexicana a partir del rosario de acuerdos de libre comercio que el país firmó comenzando con el más importante que fue el TLCAN.

Según datos del INEGI al final del primer trimestre de 2021 el tamaño de la economía mexicana en su conjunto es aún inferior a la de un año antes en 2.8%, si bien por tercer trimestre consecutivo el país creció un poco -no decreció como en junio de 2020 en casi 17% trimestral-. La ya histórica veloz recuperación de la economía mexicana no se ve aún y parece que en todo caso será muy lenta y no como en recesiones anteriores, a ritmos acelerados. Es posible que este año el crecimiento sea cercano al 6%, inclusive podría ser un poco mayor. A pesar de ello, a fines de este año el tamaño de la actividad económica se habrá recuperado apenas a niveles comparables a marzo de 2018 y las perspectivas de crecimiento anual seguramente rondarán el 2% con lo cual el ingreso per cápita de los mexicanos continuará con una tendencia negativa.

Analistas económicos profesionales nacionales e internacionales parecen coincidir en que esta vez México tardará años en retornar al crecimiento estable, aunque éste sea a tasas promedio anuales más parecidas al 2% que al rango entre 3 y 4%. ¿Qué es diferente esta ocasión? Y ¿Cuáles son los principales riesgos para el crecimiento en México en los siguientes años?

Naturalmente la principal diferencia es la ocurrencia de un suceso de magnitudes no vistas en cien años que afectó a todos los países del mundo: la pandemia. Sin embargo, hay otras discrepancias sustantivas. La mayor de ellas tiene que ver con las frágiles expectativas para la economía mexicana, fundadas éstas en un marco institucional poco predecible y que ha minado la confianza de inversionistas. La formación de capital fijo o inversión en activos productivos ha declinado prácticamente de manera continua los últimos seis años lo que la ha llevado a tan solo representar 18.1% del producto interno bruto cuando a principios de 2015 equivalía a más del 21%. Lo cual es aún más grave si consideramos que durante estos últimos seis años el PIB apenas ha crecido 3.4% en total (¡en promedio 0.56% anual!). La inversión del gobierno es la que ha disminuido de manera más drástica al haber caído desde marzo de 2015 a marzo de 2021 un 35.9%. Pero la inversión privada -que es normalmente 5 o 6 veces mayor a la pública y por lo tanto es la que mueve más al indicador- es a marzo pasado 6.4% menor a la que se llevaba a cabo en 2015.

Con relación a los riesgos para el retorno al crecimiento hay tres en orden de importancia descendente. El marco institucional, regulatorio y legal se ha debilitado y es el principal impedimento para que la inversión aumente a niveles mínimamente necesarios para que el país revierta la tendencia negativa de la productividad y asimismo impulse vigorosamente el empleo formal y la actividad económica. La principal economía del mundo está teniendo éxito en regresar al crecimiento mediante varias diferentes políticas públicas lo cual, si bien es y ha sido especialmente en el último año, muy favorable, por otro lado, llevará gradualmente a que países como México eleven las tasas de interés, lo que constituye el segundo desafío: impulsar la inversión en lo que será sin duda un escenario de crecientes costos de capital, aunque ello sea de forma muy gradual. En tercer lugar, un obstáculo lógico para la recuperación de la demanda es el debilitamiento del consumo privado como resultado de varios factores. Por un lado, ha aumentado la población en condiciones de pobreza y la masa salarial formal ha sufrido como resultado de la pandemia y tardará más en recuperarse de lo que lo hará la economía en su conjunto. Por otro lado, a pesar de que los salarios nominales han estado en aumento, la creciente inflación derivada de dislocamientos en algunas cadenas de suministro ha afectado al ingreso real disponible de las familias. Finalmente está el reducido margen de maniobra de las finanzas públicas para revertir la tendencia declinante de la inversión. Hay varias razones para ello, desde el hecho de que Pemex no es más una fuente neta de recursos para el Estado sino una aplicación; hasta la crónica reducida recaudación como proporción del PIB que en sí misma limita severamente el incrementar los ingresos del gobierno; y pasando por un ambiente de mayores tasas de interés tanto en el país como a nivel internacional, producto del muy moderado pero creciente calentamiento de la economía global.

A pesar de estos riesgos y retos México aún cuenta con condiciones comparativas favorables para que la inversión en proyectos de infraestructura industrial, terrestre o de transporte cuenten con financiamiento de largo plazo, inclusive en otras monedas. El tamaño de la economía mexicana no obstante el bajo crecimiento, aunado entre otros factores, a la enorme dimensión y crecimiento potencial del comercio internacional de México son suficientes por lo menos para dar fundamento a proyectos de largo aliento que sean factibles en todos sentidos.

Miembro del Comité de Financiamiento del CICM.

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